sábado, 24 de noviembre de 2007

EL QUE PERSEVERA LLEGA II PARTE

La palabra PERSEVERAR viene del griego PROSKARTERE que literalmente significa ser intensivamente fuerte, soportar, permanecer de pie bajo cualquier circunstancia de sufrimiento. Mantenerse constante en lo comenzado.

Cuando se trata de PERSEVERAR , hay realmente solo cuatro tipos de personas.

1. Los que no tienen objetivos y no se comprometen.
2. Los que no saben si pueden alcanzar sus objetivos, por lo que tienen miedo de comprometerse y perseverar.
3. Los que empiezan a caminar hacia un objetivo pero se rinden cuando la situación se pone difícil.
4. Los que fijan metas, se comprometen con ellas y pagan el precio por alcanzarlas.
¿Qué tipo de persona eres tú? ¿Has estado alcanzando tus objetivos? ¿Estás logrando todo lo que crees que puedes? ¿Cree la gente en ti y te siguen fácilmente? Si tu respuesta a alguna de estas preguntas es no, el problema puede ser tu nivel de compromiso y perseverancia.
Benjamin Disraeli dijo: “El secreto del buen éxito en la vida es que el hombre esté listo cuando le llega su tiempo”.
Lo que una persona hace de manera disciplinada y consecuente la prepara, independientemente de cuál sea su meta.
La leyenda del baloncesto, Larry Bird, llegó a ser muy sobresaliente en los tiros libres porque practicaba quinientos tiros cada mañana antes de ir a la escuela.
Demóstenos, de la antigua Grecia, llegó a ser el más grande de los oradores porque recitaba versos con piedras en la boca y practicaba ante el rugido de las olas en la costa —y pudo hacerlo a pesar de haber nacido con un defecto de pronunciación. Usted necesita la misma dedicación para llegar a ser un gran líder.

¿POR QUÉ NO NOS RENDIMOS?
¡Perseverancia, persistencia, el premio! Nunca se nos prometió que la vida cristiana sería fácil de vivir; al contrario. Pablo. Constantemente nos recuerda que debemos tener un propósito y un plan porque debemos estar concientes que en algún momento vendrán tiempos difíciles y Satanás nos atacará.

Pero nunca perseveramos en vano: hay una promesa, una promesa que Dios mantendrá.
5 propósitos por los cuales debemos perseverar:
1 Corintios 9:24-27
A. EL PROPÓSITO:
Ø Corra para ganar.
Ø Corra directo a la meta.
EL PLAN:
Ø Niéguese así mismo en lo que sea dañino potencialmente.
Ø Discipline su cuerpo entrénelo
EL PREMIO
Ø Una Corona eterna.

Gálatas 6:7-10
B. EL PROPÓSITO:
Ø No se canse de hacer lo correcto.
Ø No se desanime, ni se rinda.
Ø haga el bien a todos.

EL PLAN:
Ø Siembre las cosas buenas del Espíritu.
EL PREMIO:
Ø Coseche vida eterna

Efesios 6:10-20
C. EL PROPÓSITO
Ø Póngase la armadura de Dios.
Ø Ore en todo tiempo.
EL PLAN:
Ø Use todas las piezas de la armadura de Dios provistas para usted.
EL PREMIO:
Ø Protección contra todas las estrategias de Satanás.

Filipenses 3:12-14
D. EL PROPÓSITO:
Ø Siga esforzándose hasta el día en que será lo que Dios desea que sea.
EL PLAN:
Ø Olvide el pasado, mire hacia delante.
EL PREMIO:
Ø El premio celestial al que Dios nos llama.

2 Timoteo 2:1-13
E. EL PROPÓSITO:
Ø Enseñe estas grandes verdades a personas que las transmitan a otros.
Ø Manténgase firme en la gracia de Cristo, aunque su fe se sienta debilitada.
EL PLAN:
Ø Sufra como soldado y no se enrede en los afanes de esta vida.
Ø Siga las normas del Señor, como debe hacerlo un atleta para ganar.
Ø Trabaje duro, como el agricultor que espera buena cosecha.
EL PREMIO
Ø Viviremos con Cristo, reinaremos con él.
Ø Él permanece fiel y siempre cumple sus promesas.

NECESITAMOS CREER A LO QUE ÉL DICE, TENER FE QUE SABE ESPERAR.

FE QUE SABE PERSEVERAR
En el evangelio de San Mateo encontramos el fascinante relato de una madre atribulada que en fe supo agarrarse de Cristo y perseverar en oración. El trato de Jesús ante la insistente plegaria de ella nos muestra unos aspectos importantes de la fe y de la oración:


San Mateo 15:22-28. v.22 “Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. v.23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. v.24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. v.25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! v. 26 Respondiendo él, dijo: No esta bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
v.27 Y ella dijo, Sí, Señor; pero aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
v.28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.


Al analizar la historia extraordinaria de esta madre cananea, vemos:

1. La reverencia que manifestó al acercarse a Jesús, aclamándole «Señor e Hijo de David» (el nombre histórico de Cristo);

2. El dolor agonizante que sufría a causa de la grave enfermedad de su hijita;

3. El amor intenso de ella, obligándola ir a Jesús en busca de solución;

4. La humildad de ella al aceptar ser comparada con los perrillos ya que era cananita y no israelita;

5. La desesperación de ella evidenciada al apoyarse confiadamente en las mismas palabras de Jesús: «los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos»;

6. La insistencia y perseverancia de ella, al rehusar desalentarse ante una aparente negativa de Cristo;

7. La fe absoluta que tenia ella en la capacidad de Cristo para sanar a su hija.

Lo que nos inquieta al leer esta historia es la actitud inesperada de Cristo. Cuando la desesperada mujer se presenta, el no le presta atención, no le contesta, se queda callado (v. 23). Luego, por la molestia que causa la mujer, los discípulos le piden que él la despida. En lugar de hacerlo, Jesús dice: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel»
(v. 24), expresión que francamente parece falta de cortesía.
Al oír tales palabras de Jesús, la mujer, en lugar de salir cabizbaja y desilusionada, se tira a sus pies y, aferrada a él, insiste: «¡Señor, socórreme!» (v. 25). Como respuesta, recibe lo que a nuestros oídos suena frío y discriminante: «No esta bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos».

No nos cabe duda que Dios tenía un plan con semejante actitud, alguna enseñanza para sus discípulos y para aquella mujer traía en mente.

¿Qué hacía Jesús al tratarla así?
En los evangelios no hay caso parecido.
En toda otra ocasión nuestro Señor se muestra tan amable, tan compasivo, tan presto a contestar la solicitud humilde y sincera de los que en fe se allegan a el. (Mt. 7:7,8; 1 1:28-30; Jn. 7:37).

Para hallarle sentido a esta imprevista reacción debemos reconocer una verdad expresada de antaño por el predicador inglés, A. T. Pierson: «Cada parábola de Jesús es un milagro de enseñanza, y cada milagro de Jesús es una parábola de enseñanza».

Hay ocasiones en las que apresuradamente llegamos al Señor Jesús pidiendo socorro. A pesar de nuestra urgente plegaria y obvia necesidad no recibimos inmediata respuesta. Nuestra petición:

El hijo gravemente enfermo,
La esposa moribunda,
El bolsillo sin dinero,
El marido maltratador
La mujer araña, spiderwoman.
La mesa escasa de alimento,
El marido sin empleo.
El empleo que perdí.

Parece rebotar en el cielo y regresar a tierra sin ser oída. Como si las ventanas de los cielos se cerraran.
Nuestra emergencia, al parecer, no toca el corazón de Dios.
Acudimos incesantemente, oramos fervorosamente, pedimos perdón por los pecados, lloramos y suplicamos, pero Dios parece indiferente a nuestra plegaria. Otros oran y él contesta, pero para nosotros el cielo esta cerrado. Entre Dios y nosotros hay solo un silencio sepulcral.

Al considerar la enseñanza de este relato bíblico, lo primero que debemos notar es que esta demora por parte de Dios no es única:

* Abraham (padre de la fe) y Sara pidieron de Dios un hijo. Fíjese la larga espera de ellos para recibir respuesta (Gn. 21:1-5).
* El rey David dijo, «Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mi reposo» (Sal. 22:2).
* ¿No les pareció a Jairo y a los amigos de él que Jesús se demoró demasiado para ir a sanar a su hija (Mr. 5:35)?
* Y en el caso de Lázaro, cuando le dijeron a Jesús que estaba enfermo, esperó dos días hasta que muriera antes de ir a Betania, y ¡Lázaro era su amigo! (Jn 11:6).

Dios en su Palabra nos explica la razón, y es importante subrayarla en nuestro entendimiento de cómo Dios responde ante nuestra fe.

En el caso de Abraham, nos aclara la Biblia: «Se fortaleció en fe»
(Ro. 4:20). La larga espera, en lugar de desanimarle, le sirvió para que aprendiera más de Dios y confiara más profundamente.

A Jairo le dijo Cristo: «No temas, cree solamente» (Mr. 5:36), y le hizo esperar. Ante la critica de los que miraban, ante la duda personal que podría haber apagado su fe, ante la misma imposibilidad de la situación (ya que la hija había muerto), Jairo sigue confiando. Jesús entonces le dice: «No temas» (la tendencia ante la demora divina es temer que Dios se ha olvidado, que no se interesa por nosotros). «¡Cree solamente!» En otras palabras, el que tiene fe se fija solo en Jesús, nunca en las circunstancias.

En cuanto a Lázaro, el Señor les explicó a los discípulos: «Me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis» (Jn. 11 :15). Cristo les hizo esperar antes de actuar, porque quería enseñarles algo que fortalecería su fe en gran manera.
«Resucitar a un Lázaro muerto resultaría en un mejor medio para fortalecer la fe de los discípulos que sanar a un Lázaro enfermo».

Igual hace Jesús con esta mujer cananea. La apariencia de indiferencia por parte de Jesús, la intencional demora de él, tiene el divino propósito de cultivar la fe de ella.
Durante esa demora ella no pierde confianza, al contrario, se aferra más de Jesús. Crece la fe de ella para luego dar una expresión aún más gloriosa de la misma. Además, esta historia nos enseña a nosotros un punto muy importante en cuanto a la fe y la oración, algo que ordinariamente no se nos hubiera ocurrido.

Oigamos lo que le dice Jesús: «Tú, como cananea, no tienes derecho de pedirme favores». ¿Qué quiso decir? ¿Cómo lo interpretamos? Cuando a nosotros nos toca ese silencio del cielo, ¿no es entonces que nos damos cuenta de la justicia de Dios en lugar de su gracia?

Permítame explicar. ¿Qué derecho tenemos tú y yo —seres pecadores— de pedir algo de Dios? Si Dios actuara en justicia, es decir, de acuerdo a nuestros méritos, jamás tendría porqué prestarnos atención. ¡Merecemos castigo! ¡No merecemos gracia! Ese reconocimiento es uno de los pasos más importantes que tenemos que aprender en cuanto a la oración y la fe.

Es a base de tal reconocimiento que llegamos a entender la fe extraordinaria de esta madre cananea. En lugar de ofenderse por las palabras de Jesús, reconoce abiertamente la gran verdad de su falta de méritos. Admite que en realidad no tiene derechos, que no merece ayuda de él. Sabe que Dios no esta obligado a responder a la plegaria de seres humanos manchados por el pecado. Pero admitiendo toda esa verdad, ella no se da por vencida. SU FE ESTA CIMENTADA EN JESÚS Y NO EN MÉRITOS PERSONALES.

Esta muy consciente, además, de la importancia de las «migajas» de Dios. Aquí no busca ella justicia, esta pidiendo gracia; no pide pan, se satisface con migajas. En su desesperación por su hija enferma, apela al amor grandioso de Dios. Es como si dijera:
«Señor, no me quejo de que les des pan a otros, en cuanto a mí, con una pequeña migaja me basta». La fe de ella le ha llevado a reconocer que una migaja de Dios, un rayo de su luz divina, una pequeña indicación de su divino favor, es más que suficiente para satisfacer toda su necesidad.

El Señor Jesús le dice, «Oh mujer, ¡grande es tu fe!» (v. 28). Podía decir esto de la cananita porque ella tenia grandes conceptos de Dios y pequeños conceptos de sí misma. Esperaba mucho de lo poco. En su gran necesidad se aferraba sólo de Cristo y no de algún valor personal.

· Dios no responde a nuestras plegarias a base de lo que somos, ni de lo que hacemos. Él nos oye por lo que él es: un Dios de incomparable amor y piedad. Nos oye por la grandeza de sus promesas, por lo que nos ha prometido en su Palabra.
· Esas benditas promesas son como giros bancarios firmados por Dios. Los podemos llevar sin temor alguno al banco del cielo para cobrar. Él nos oye por el nombre bendito de su Hijo—murió él precisamente para acercarnos a Dios.
· No nos oye por algo meritorio en nosotros los pecadores, nos oye únicamente por la grandeza de su propio nombre.

Si fuera a contestar nuestras peticiones al instante de nosotros pedirle, fácilmente llegaríamos a pensar que nos oye por la belleza de nuestra plegaria, o quizás por la intensidad de nuestra oración, o por la cantidad de gente que conseguimos que se una a nuestra plegaria (pensando que mientras más personas oran, más probable es que Dios nos oiga).
Pronto nos engañaríamos, y basaríamos nuestras peticiones sobre aquellas cosas que hacemos nosotros para buscar su favor, o para agradarle, o para conseguir su asentimiento. Tal concepto es pagano, falso, indigno de Dios. Cuando así pensamos nos elevamos a nosotros mismos como si fuéramos los que podemos manipular a Dios.

Tales conceptos achican a Dios y lo reducen a nivel humano. Repetimos: DIOS NOS OYE ÚNICAMENTE POR LA GRANDEZA DE SU PROPIO NOMBRE.

Aprendemos de este hermoso pasaje bíblico que muchas veces es a través del silencio que Dios nos enseña lo que es la fe y como hemos de orar.
Es a través del silencio del cielo que aprendemos quien es él y quienes somos nosotros tan in merecedores de sus favores.
Es cuando nos parece que a Dios no le importa nuestra agonía que se profundiza nuestra fe.
Es por ese silencio—que nos luce tan negativo — que llegamos a apreciar sus migajas. Es por ese silencio inquietante que aprendemos esa fe segura que reposa única y absolutamente en la misericordia de nuestro todo bondadoso y amoroso Dios.



Romanos 5:1-5 sin la prueba de nuestra fe nunca sabremos de que somos capaces, ni creceríamos y sin la purificación no seríamos más puros ni mas semejantes a Cristo.

¿Qué clase de adversidad enfrenta actualmente?
¿Qué clase de problema lo esta haciendo dudar de los planes q Dios tiene con su vida?
¿Qué clase de lucha le robó la confianza en q Dios cumplirá lo que prometió?
Una de dos o persevero en Dios o me devuelvo para el mundo
Hebreos 10:38 ver otra vez Ro 5:1-5
NO hay q retroceder, no podemos rendirnos, hay que seguir peleando.
Mateo 24:36

EL QUE PERSEVERA LLEGA…
Predica por: Edinsson Manuel Ortiz- Escuela Dominical 18-11-07

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